(cuento de mi autoría)
Algunas veces hablé de la serpiente sin conocerla, sin sospechar qué
era.
Otras veces la buscaba con insistencia y no lo sabía.
Mi mente se creía invencible, en mi corazón rebosaba la alegría.
Pero un buen día que salí de diligencia, me encontré a un mago
en pedregoso camino.
Sin dudarlo le pedí referencias, sin pena alguna busque su guía.
Diligente me presento a una amiga suya.
Era hermosa, era radiante, era su amor, y también su esclava.
Era hermosa, era radiante, era su amor, y también su esclava.
Ella me tomo con amabilidad del brazo para ayudarme en mi
asunto.
Yo le di las gracias al mago bajo juramento de que bien la cuidaría.
Así llego la noche y luego el día. Después otra noche y otro
día más.
El sol y la luna se enteraron, entonces enfurecieron, más yo
ignoraba que por mis acciones discutían.
Algunos decían que al no ponerse de acuerdo, dispusieron para mí un instante de posibilidades.
Acá para mi todo fluía como siempre.
Sin embargo, durante un atardecer, la amante del mago me miro a los ojos, y se postro ante mí para besar mi mano, para suplicarme ayuda.
Mi asombro fue grande cuando de la nada se hizo serpiente, cuando me envolvió y cuando se dejó tocar.
Hay momentos que el corazón piensa y la mente siente, y ese
fue ese momento.
Había encontrado a la serpiente y no supe si debía temerle,
amarle o temerle al mago.
Fui con ella feliz muchos días y muchas noches, tanto que
tristezas habían cuando no le veía.
Hada mía, sirviente mía, tú mía. Criatura serpentina, fuego indescifrable,
amor mío.
Tu abrazo es cálido fuerte y mortal, debo dejar que te alejes
para que no muera mi cuerpo ¿pero qué será de mi pobre alma? grita mi conciencia.
El mago sabe que ya no le perteneces, el bosque conspira, se
escuchan alaridos de guerra por doquier.
Los caminos se cierran y todos corren de un lado para otro.
Huyen de la furia del mago, quien no reconoce que su enemigo
es otro.
Yo de pronto descubro que también soy mago, la serpiente me dio ese
poder mas no supe cuándo.
Finalmente le he tendido una trampa al mago.
Enloquece y muere, como muero yo de arrepentimiento mientras
rebosa mi corazón de amor.
Por dentro sé que debo dejarla ir, ahora lo comprendo todo, aun no lo acepto.
Debo hacerlo, pues el sol o quizá la luna se lo contaran
todo al bosque y ella será maldecida.
El final de los finales se atisba, estoy aprendiendo a no
mirar atrás ni estar pendiente por lo que se nos viene adelante.
Un obstáculo desapareció, pero no lo que está predestinado a
ser.
Disfruto y sufro el instante, si sufro, pues este recorrido
es caminar directo hacia una espada que me apunta directo al corazón.
El tiempo mi juez, mi verdugo.
Debo soltarla repentinamente y para siempre, correré hacia la espada, ya la veo, ya está
cerca.
Quizá la herida mortal me vuelva a recordar mi origen, y me enseñe amar el deber.
Quizá la herida mortal me vuelva a recordar mi origen, y me enseñe amar el deber.
Sacrificaré mi corazón para pagar por mis faltas, para que no
ella me vea más. Para que sobreviva en alegría, libre de magos.
Si... y para siempre ígnea, bajo la bendición y el amparo de la luna y el sol.
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