(ilustración y cuento de mi autoría)
Incesante era la lluvia en el pantano de Mohs, caluroso y
sombrío paraje donde el reflejo del relámpago era más constante que luminosidad
del sol.
Con razón, la vida se hacía tan ideal para ranas,
cocodrilos y mosquitos, quienes veneraban al relámpago, pues le consideraban señal
de que la humedad de su placido habitad nunca les faltaría.
Aunque testarudas y rutinarias, estas criaturas habían alcanzado
coexistir en relativa armonía, establecido un orden gracias a una serie de
reglas, plasmadas en un árbol, como un
sencillo código, pero al que ellos llamaban constitución.
Y hasta se jactaban de poseer una avanzada democracia,
pero en la realidad los cocodrilos siempre se las arreglaban para alcanzar los
más altos cargos de gobierno. A las ranas esto poco les molestaba pues
preferían todo lo concerniente al comercio y al entretenimiento. Y entre las
hordas de mosquitos nadie se quejaba por asumir puestos de mensajería mucho
menos los que tenían la necia tarea de vigilar asediar a invasores o a todo el
que no viviera bajo los parámetros establecidos.
‘Nadie cruzará
los límites del pantano, ni siquiera te acercaras al misterioso fuego fatuo
azul’ citaba una la primera regla de su código ‘constitución’.
Y aunque la luminosidad de eso a que llamaban ‘fuego
fatuo’ era algo presente en la conciencia colectiva de todos, pues señalaba el
fin del pantano, en sentido práctico era mejor ignorar el asunto, eran mejor no
dejarse llevar por las instancias de la curiosidad y obedecer las cuestiones
del orden establecido.
Así transcurrían los días en Mohs, sin que nada
diferenciara uno del otro, entre discursos políticos, el bullicio comercial, y
el canto de las ranas, la rutina dictando vigencia como siempre. Pero un día
singular en que el sol brillaba más de lo acostumbrado, una patrulla de
mosquitos se encontró a una rarísima criatura durmiendo profundamente muy cerca
de los límites del pantano.
- ¡Encontramos
un gigante! –dijo uno.
- ¡Tiene
patas tan largas como nada conocido! –dijo otro mosquito.
- ¡Sera
mejor llamar a los cocodrilos, quizá sirva de alimento para todos! Ordeno el
comandante del grupo sin tardar en dar aviso.
- Es
tan grande como uno de nosotros! –dijo uno de los cocodrilos al llegar.
- ¡Tiene
una piel muy suave!–afirmo otro al tantearla con su mandíbula.
- !Llevémonosla
con el gran Mohs para que su sabiduría resuelva que hacer con este misterio! –dicto
un tercero.
Este
tal Mohs, era el más viejo de todos los cocodrilos. Habiendo alcanzado gran
experticia en todos los asuntos del pantano y de otras tierras, era considerado
él como más sabio entre los sabios, venerado como un gurú, su palabra contenía
el peso de sus años. Su concejo era asimilado como una orden a la que nadie se
atrevía refutar. Era tan venerado que el pantano llevaba su nombre.
Así que le llevaron a la criatura, y éste observándola
detenidamente decidió era mejor esperar a que despertara por si misma del
profundo sueño en que se encontraba, antes de llegar a cualquier conclusión o
tomar alguna acción. Quizá alguna vez en sus lejanos viajes se había topado con
cosa semejante.
Pero pasaron muchos días y muchas noches sin novedad
alguna, y la conmoción y la curiosidad no menguaban entre los habitantes del
pantano. Rumores llevaban, rumores traían los mosquitos, las ranas que eran tan
alegres auguraban pesares en sus canticos,
y el resto de los cocodrilos exigían un gran banquete. Mohs era muy consciente
de que esto no era bueno, era imperativo deshacerse de la criatura si no descubría
sus misterios. Pero pronto resolvió llevarla al consejo de jerarcas de gobierno
para presentar una solución.
- ¿No habiendo necesitado
nosotros de este extraño ser ni antes ni nunca, porque ha de preocuparnos
ahora? ¿acaso ella depende el abastecimiento de nuestros de alimentos? ¿acaso
ella es el rayo que viaja con las buenas nubes que nos llenan las ciénagas de
agua y nos protegen del reseco sol?
- Es cierto, no dependemos de
ella para ninguna de nuestras necesidades. ¿pero que es lo que propones?
–pregunto uno de los jerarcas.
- Simple, llevémosla al fuego
fatuo azul para que se la lleve la corriente –propuso.
- ¡Sería desperdiciar una
oportunidad! –se atrevió a refutar otro de los cocodrilos jerarcas, apoyado por
el entusiasmo del resto -quizá de ella nunca ha dependido nuestra subsistencia pero
puede ser aprovechada para disfrutar hoy de un gran banquete.
- Si la decisión unánime es un
banquete del que no participare, será mejor retirarme no teniendo mas nada que
decir –le dijo Mohs al consejo que se había opuesto a su opinión como nunca
había sucedido.
El entusiasmo se esparció por todo Mohs, habría un gran
festín, muy temprano al siguiente día la criatura fue envuelta en hojas
aromáticas y especias frescas. Al atardecer la multitud se reunió en a su
alrededor, los canticos de ranas se esparcían por cada rincón, alentando el frenesí
de los colodrillos. Entonces los mosquitos que serian los primeros en comer se
posaron sobre la criatura, sin embargo, cuando entusiasmados esperaban la orden
inicial sintieron un fuerte sacudón, seguidito de un enorme bostezo la criatura
se despertaba y en un sobresalto se poso erguida causando gran espanto. Jamás
se había visto cosa semejante.
- ¡Llamen a Sabiendo! –aclamo la
mayoría.
No paso mucho tiempo cuando llego un mosquillo mensajero
a sus aposentos, él ya sospechaba que algo extraordinario pasaba dado que podía
oír el cantar histérico de las ranas.
- ¿Qué ocurre en la ciénaga?
–pregunto Sabiendo
- ¡Despertó, despertó, la
criatura despertó! –le respondió el mosquillo exaltado.
- ¿Y nos ha atacado?
- ¡No!
- ¡Y por que el sobresalto de
todos!
- ¡Por que se ha erguido sobre
dos de sus patas. Tan alta que alcanza las ramas de algunos árboles!
- Sabía traería líos –replico el
viejo cocodrilo.
- ¡Te necesitan en la ciénaga!
- ¡Estúpido consejo, les dije que
había que dejarla ir en el fuego fatuo!
Cuando Mohs llego a la ciénaga, un par de cocodrilos
acorralaban a la criatura quien se defendía sosteniendo una rama.
- ¡A un lado! –les grito mientras
iba abriéndose paso.
- ¿Quién eres? –le pregunto a la
criatura.
- ¿No lo sé? –le respondió
asustada
- ¿No sabes quién eres? sin
embargo hablas el lenguaje de la naturaleza.
- No sé si te respondo en el
lenguaje de la naturaleza, solo sé que te comprendo y te respondo sin problema.
- Es asombroso, no sabes nada de
nada, ni de ti misma.
- Estoy confundida, ni siquiera
recuerdo como llegue hasta aquí.
- Te encontramos dormida por los
limites de nuestro pantano, de algún lugar eres, todos tenemos un origen, solo
que estas sufriendo de severa amnesia.
- ¿Puedes Ayudarme?
Mohs la miro fijamente, y no vio maldad ni peligro en
ella. Se dirigió al consejo para abogar por ella, y estos aceptaron acogerla en el pantano.
- Pero habrá que ponerle un
nombre según dicta nuestra constitución, creemos tiene suficiente edad para
esto –dijeron en unanimidad.
‘Todo
habitante del Mohs tiene derecho a un
nombre, según su aspecto, o según alguna cualidad´ -dicta su segunda regla.
- Entonces le nombraremos
‘dormida’, no solo porque dormida llegaste a nuestro pantano, sino porque
dormida también está tu conciencia –dijo Mohs
Su integración y adaptación al habitad no fue cosa muy
difícil. Pero como se le veía constantemente taciturna, se le asigno una tarea,
pescar e ir por tubérculos de esos que crecían en el bosque. Así lo hacia todos
los días desde muy temprano hasta llegado el atardecer, se internaba en la
floresta y regresaba con la sesta llena hasta desbordar, ganándose la estima y
admiración de todos. Algunos le llamaban ‘dormida la increíble’ al verle
siempre erguida, sin usar sus patas delanteras para caminar, sino para sujetar
cosas, y fabricar herramientas para sus tareas cotidianas.
Generalmente pasaba su rato libre conversando el Sabio Mohs,
quien una noche le confeso de pronto:
-
He visto a los de tu especie
una vez.
-
¿enserio?
-
Si, en mi juventud durante una
exploración, tuvimos un encuentro con grupo de criaturas erguidas.
-
¿Pero cómo, no es que está
prohibido salir del Mohs?
-
Bueno, en esa época hubo excepciones,
el rayo y las nubes grises nos abandonaron, se secaba el pantano y escaseaba el
alimento, se creó un grupo de exploradores que salió en busca de nuevos
recursos. Al parecer ellos, los erguidos también exploraban, quizá estaban en
nuestra misma situación
-
¿Y por qué crees que soy de su
especie, solo por que caminaban erguidos?
-
No solo por eso, también hacían
uso de sus patas delanteras para múltiples tareas, y se valían de herramientas
como tú.
-
Porque no me dijiste eso desde
el principio.
-
Estoy muy viejo, mi mente
perdió agudeza, no lo concluí hasta que comenzaste a crear y usar herramientas
para tu trabajo.
-
¿E hicieron contacto?
-
Cuando intentamos comunicarnos
con ellos, no pudimos.
-
¿No hablaban el lenguaje de la
naturaleza?
-
No, y ni nosotros entendíamos
sus alaridos. Eso te diferencia de ellos.
-
Comprendo-
-
Quizá eres una de ellos, solo
que de una clase que conoces lenguaje de la naturaleza.
Dormida, medito en esa charla toda la noche y durante los
siguientes días no pensaba sobre otra cosa. A pesar de sentirse acogida en el
pantano, dentro de sí la nostalgia nunca menguaba, ahora el pulso de la
necesidad de saber quién era y de donde venia le empujaba mas, extrañar el
hogar, un hogar que no conocía.
Una
mañana mientras pescaba, vio a un inusual ciervo blanco caminando en dirección
a la brillantez del fuego fatuo.
- ¡Detente, no deberías caminar
en esa dirección!- le advirtió ella en un grito presa de preocupación.
- ¿Por qué he de temerle al rio
azul? –le replico el ciervo.
- Pues… ¿no sabes que está
prohibido?
- Nunca había escuchado cosa semejante,
mi bosque está del otro lado del rio azul y no hay nada a que temer.
- ¿De verdad?
- Muy cierto. ¿si no le temes al
otro lado, acaso le temes a la brillantez del rio azul?
- En verdad solo obedezco las
leyes del pantano, nunca me he hecho esas preguntas…
- Es solo un rio muy brillante.
- ¿y qué hacías en el pantano,
acaso en tu bosque escasea el alimento?
- Esta vez buscaba a algún
habitante en pantano para transmitirle una terrible noticia a la que si hay que
temerle.
- ¡Entonces qué bueno que nos
encontramos!
- Tu no pareces habitante del
pantano, ¿en serio vives aquí?
- Por su puesto, me llaman
Dormida.
- No
sé cómo puedes vivir con tanta humedad, entre ranas, cocodrilos y mosquitos –le
dijo- En fin, adviérteles a tus amigos que el cielo augura grandes cambios, el
curso del rio azul esta por invertirse con la llegada de una gran tormenta, habrá
una inundación y luego un desvele podrían sepultar a tu pantano. Diles que
deben subir a la montaña y refugiarse en la cueva por donde sale el rio.
- ¿Y
cómo sabes de cosa tan terrible?
- La
voz de la cueva me dijo.
Dormida
regreso a toda prisa, Sabiondo la recibió muy alterada. Al escucharle, reunió
al consejo, era sabido que los mensajes de los ciervos blancos habían de
tomarse en serio. Sin embargo el consejo no tomo acción alguna.
- Honorables
Cocodrilos, nada en el cielo ni en la tierra señala peligro inminente –concluyo
uno de los miembros del consejo.
- Dormida
lo soñó todo, quizá cayó en profunda siesta, recuerden que el sueño es una de sus
principales cualidades –afirmo otro causando carcajadas en los presentes.
- ¡Esto
es un absurdo, quien se atreva a cruzar el fuego fatuo azul por esta fantasía, perderá
la ciudadanía y no podrá regresar nunca jamás! –sentencio el consejo.
Dormida
no conforme con la indiferencia del consejo, partió preocupada otra vez hacia
el este, hacia los límites del pantano para encontrar al ciervo, deseaba llevarlo
a al pantano para que el mismo confirmara el mensaje. Sin embargo a medio
camino comenzó a caer un fuerte aguacero, el río azul rugía cual bestia
indomable, en caos por la inversión de su cauce. De un momento a otro supo que ya
no podía retroceder, había demasiada agua a su alrededor, el terrible momento advertido
se venía encima antes de lo esperado.
Llena
de tristeza cruzo el fuego fatuo, el rio azul, y subir montaña arriba según le
había advertido el ciervo. Dejar atrás a Mohs le llenaba lágrimas, de remordimientos,
y de frustración.
La
reciente historia construida de su vida, se desvanecía entre las aguas, pero no
de su nueva memoria. Al menos ya poseía recuerdos, podría decir -vengo de un
lugar llamado Mohs en honor a su sabio y contar sus historias.
Cuando
su resistencia daba evidencias de flaqueo, se topó con una cascada, arriba encontró
una espaciosa caverna donde volvió a dormir profundamente, protegida de la
tormenta, lejos de sus angustias. En la entrada leyó un grabado sobre la roca que decía
'Cuando el orgullo de una comunidad es afín a la arrogancia, habrá ceguera, habrá sordera. Se menospreciaran los cambios, se ignoraran los peligros'
Post data: Esta historia es la primera parte una serie de cuentos de mi autoría aun no publicados